sábado, 2 de enero de 2010

Ave raris



Caminando por una calle céntrica de la ciudad vi la cajita celeste junto a un árbol. No me llamó la atención porque la zona está plagada de zapaterías pero tuve que detenerme porque mucha gente caminaba por la vereda y me cortaba el paso. Fue entonces cuando distinguí algo pequeño que se movía: un pichón. Miré para arriba, quizá se cayó de un nido de la copa de este árbol -pensé. No, imposible, no hay ningún nido allá arriba. Entonces alguien lo puso, me contesté.  
Iba a continuar dialogando conmigo misma cuando, al pasar una pareja, escuché que la chica decía: -¡Ah, pobrecito!, ¿y si lo ponemos en el nido? A lo que su novio contestó: -Nooo, si lo tocás, la madre puede rechazarlo Y apuró el paso tirando de la mano de su novia.


A esta altura mi Nikon y yo ya habíamos empezado a llamar la atención, motivo por el cual un señor, de los pocos que se detuvieron a ver a qué le sacaba fotos,  me dijo: -Pobre bicho (supongo que fue por el pajarito, traté de convencerme), ¿usted no tiene dónde llevarlo? Le contesté que no y agregué: -Parece pichón de chimango*, acá en el centro hay muchos, sobre todo en la Plaza San Martín. Pero este señor, que es de los que deberían apellidarse TODOLOSÉ o LOSETODO, me espetó: -Naaaaaa, es un gorrión. 
Y yo, que muchas veces he visto gorriones caídos de los nidos, pensé: ese pico no es de gorrión, y le dije: -¡Ahhh! Luego me fui caminado hacia mi casa deseando que nadie toque al pichón para que, cuando su madre lo encuentre, no se le ocurra hacerle nada malo. Porque, eso sí, de lo que estaba (y estoy) segura es que de la humanidad no puede esperar mucha ayuda.

*Próximanente: posteo sobre Chimangus Marplatensis Centricus.

"No es lo mismo una rara avis que un ave raris", dijo la vieja...